Un legado regional para un futuro global ICAP

-74- ICAP: Un legado regional para un futuro global 1. Crisis, guerra y pacificación en Centroamérica Para el sociólogo Edelberto Torres-Rivas, en el origen de la crisis política, económica y social experimentada por la mayor parte de la región centroamericana en la década de los ochenta, se encuentra una causa principal: la combinación de re- gímenes políticos autoritarios y militaristas con un sistema económico socialmente excluyente (Torres Rivas, 1993:17). Los esfuerzos efectuados para modificar esa circunstancia histórica no dieron los resultados esperados, ocurrió lo contrario, se vieron obstaculizados precisamente por la combinación de autoritarismo político-militar y exclusión social señalada por Torres-Rivas. Los programas modernizadores de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe, acertados en sus enfoques económicos y sociales de coyuntura, los efectos positivos de la integración económica centroamericana en materia de intercambios comerciales, la creación de una institucionalidad integracionista, y los éxitos obtenidos por la ESAPAC–ICAP entre los años 1954 y 1980, no fueron suficientes para revertir los efectos negativos del autoritarismo y la exclusión. En un período aproximado de cuarenta años (1940-1980), creció un descontento social gigan- tesco que hacia finales de los años setenta y durante la década de los ochenta se tradujo en una insurrección armada que envolvió en sus efectos al conjunto del área. Los vínculos de la convivencia terminaron destruidos, la integración econó- mica centroamericana no logró sus objetivos principales, y el ICAP debió adaptarse e innovarse para seguir ejerciendo su influencia positiva en aquel contexto. La crítica situación interna de la región se agudizó debido a la internacionalización del conflicto centroamericano. En un mundo bipolar, donde uno de los bloques era liderado por la Unión Soviética y el otro por los Estados Unidos, resultó inevitable que las grandes potencias globales intentaran determinar la dirección de los conflictos en Centroamérica. Luis Guillermo Solís lo evidencia con claridad cuando escribe que “(…) La definición del Istmo como área de alta prioridad para la seguridad nacional de los E E.UU. durante las dos administraciones de Ronald Reagan, así como el incremento de la actividad insurreccional posibilitó un incremento de las fuerzas armadas sin precedentes. También significó la recepción de fondos en cantidades nunca antes otorgadas como asistencia militar de parte de las superpotencias. En lo tocante a los EE.UU, Centroamérica se convirtió, después del Medio Oriente, en la mayor receptora de asistencia bilateral norteamericana en el mundo… ” (Solís, 1993: 108). A esto debe agregarse la presencia de la Unión Soviética y de Cuba en la región brindando apoyo logístico-militar, económico y publicitario a diversas fuerzas políticas insurreccionales. En un contexto donde se mezclaban las causas estructurales de la violencia política y los intereses mutuamente exclu- yentes de las grandes potencias globales, se hizo inevitable la búsqueda de una paz negociada por los mismos centro- americanos que fuese respetada por las potencias internacionales. Los esfuerzos en esa dirección condujeron a la firma del Acuerdo de Esquipulas II que contemplaba, entre otros contenidos, el cese de hostilidades, la preparación de procesos electorales, terminar con la ayuda a las fuerzas insurreccionales, el no uso del territorio para agredir a otros Estados, la coo- peración a refugiados y desplazados, la verificación y seguimiento internacional y un cronograma para el cumplimiento de los compromisos. Con el seguimiento al Acuerdo de Esquipulas II la región centroamericana inició un proceso sistemático de pacificación. El cese de las hostilidades armadas, la pacificación y la realización de procesos electorales bajo observación internacional, sin bien eran hechos en extremo necesarios y positivos, no ocultaron la condición paupérrima de la mayor parte de la región hacia finales de los años ochenta: cientos de miles de desplazados, cientos de miles de muertos, los aparatos pro- ductivos destruidos, pobreza y desigualdades crecientes, la integración económica centroamericana en estado de virtual desaparición. En tales circunstancias regionales se abrió la década de los noventa, la región se aproximó al inicio del siglo XXI con la intención de recuperarse de tantos efectos negativos, y en el marco de una nueva estrategia de desarrollo (aper- tura comercial y redefinición de las relaciones entre lo público y lo privado) que vino a suplantar la estrategia de sustitución de importaciones.

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